Todo depende del color del cristal con que se mira

(Parábolas de hoy. Alfonso Francia)

Esta frase viene de unos versos de ”Ramón de Campoamor” (1817-1901) incluidos en su poema de 1846 «Las dos linternas» (Perteneciente a su obra “Las Doloras“):

“De Diógenes compré un día
la linterna a un mercader;
distan la suya y la mía
cuánto hay de ser a no ser

Blanca la mía parece;
la suya parece negra;
la de él todo lo entristece;
la mía todo lo alegra.

Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira”

¡Qué alegría sintió aquel viajero cuando divisó el oasis y las palmeras! Llevaba andados cientos de kilómetros sobre las arenas de una imponente llanura desértica.

Bajo la sombra de las palmeras, los habitantes recordaban un paraíso de felicidad: los niños jugaban, las mujeres saludaban sonrientes, los hombres pasaban las horas en agradables tertulias.

Si antes nuestro caminante pensaba, como único paraíso, en la sombra y el agua, ahora descubrió que la felicidad está, también, y se crece, con la acogida, la comunicación y las relaciones amigables.

Aquel ambiente le pareció tan extraordinario que quiso conocer la fuente que lo motivaba.

Vio a un anciano que jugaba con un niño y le preguntó: 

–“Mire, busco un lugar apacible para vivir. ¿Cómo es la gente de este pueblo?”. 

El venerable anciano no le respondió; se le quedó mirando y le lanzó otra pregunta:

–“¿Y cómo son los de tu país?”. 

El viajero contestó un poco molesto: 

–¡“La gente de mi país es egoísta, desconfiada alborotadora y no es de fiar!”

—“Pues aquí la gente – dijo el anciano – es muy parecida”. 

El viajero, decepcionado se dijo: 

—“No es oro todo lo que reluce. Más vale irse de aquí a otro oasis”.

Pero, hete aquí que unas horas más tarde, llegó otro caminante que, al ver el mismo espectáculo, hizo la misma pregunta. 

Y el anciano, a su vez, hizo también la suya

—“¿Cómo son los de tu país?”.

El nuevo viajero recordaba radiante de alegría a la gente de su pueblo como personas llenas de bondad, de cercanía, de alegría y de solidaridad… los recordaba con gran cariño.

El anciano respondió con igual tono: 

— “Pues aquí la gente es también así, muy parecida”.

El viajero se marchó encantado de encontrar tanta gente buena y feliz en la vida.

Cuando quedaron solos, el niño extrañado, preguntó al anciano: ¿por qué respondió lo mismo a gente tan distinta.

El anciano con cierto aire de cariño y de misterio, le contestó: 

—“No he falseado la verdad. El bien o el mal no está fuera, sino dentro de cada uno. 

Solemos ver con los ojos del corazón: quien donde vive desconfía de las personas, también desconfiará de ellas allí donde vaya. 

Quien ve con ojos limpios, descubrirá gente admirable donde vaya. Sin olvidar que hacemos a la gente a nuestra medida.”

Situaos en una escala de 1 a 10 según veáis a la gente con desconfianza y ojos negativos o con confianza y optimismo.

¿Es bueno cambiar?  ¿Es posible cambiar? 

¿Quiero cambiar? ¿Cómo cambiar?

Por la transcripción y copia Hermano Félix Tomás Benedico

Pont d’Inca 15 de enero de 2023

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